miércoles, 26 de agosto de 2009

Diseños del enemigo


Decididamente, hay algunos objetos diseñados para complicarnos la vida. Los sachets de ketchup y mayonesa de los locales de hamburguesas, por ejemplo. ¿Cuántas veces tratamos de tirar del plastiquito dentado sin éxito? Se supone que donde dice "Abra aquí" tiene un troquelado, una línea de puntos o alguna parte vulnerable que nos permita rasgar el sachet. Pero no: los muy condenados redoblan su esfuerzo y toman la consistencia del caucho más resistente y elástico. Invariablemente optamos por sostenerlo entre los dientes y dar un tiròn. Mi odontólogo no está del todo conforme, ya que alguna vez fui al consultorio con el pedacito de diente roto. Ese día me preguntó si yo sabía lo que era un cuchillo, una tijera o un cutter. La verdad es que desde entonces ando con la Victorinox en la cartera, por las dudas.

Los sachets son un invento de los seres maléficos. Al igual que con la mayonesa, el champú y la crema enjuague son imposibles de abrir en la ducha. Esta vez el vapor, el jabón y el apuro empeoran la situación, tanto que a veces, no se puede ni con los dientes porque se patina. Cuando yo era chica, el Sedal venía con una especie de capsulita en la punta que había que retorcer, se abría enseguida, y no había necesidad de entrar a la ducha con armas blancas.

Pero de todos los objetos malignos, los peores son los paquetes de galletitas. Me pregunto para qué dice "Abra aquí", por qué le ponen esa cintita colorada y esa inútil muesca en el borde del papel. Si uno tira de ahí, no pasa nada. Entonces interviene el Tramontina: hay que calcular más o menos a qué altura del envase termina una galletita y empieza la otra, para asestar ahí la puñalada certera y cortar el papel. Más de una vez, el cuchillo fue a parar en medio del relleno de una Melba o Sonrisa, y no entre dos galletitas como intentaba. Para peor, una vez abierto el paquete aparece burlona la cintita colorada como diciendo "ves que estaba acá, tarada".

Hay otros objetos que no son tan malditos pero sí ingratos. El pomo de cemento de contacto, por ejemplo. Si no lo limpiamos bien después de usarlo, al tiempo ya es imposible enroscarle la tapita porque está lleno de pegote alrededor del pico, tan adherido que no se puede despegar, ni cerrar, ni nada. El de “La gotita”, se tapa, se seca y tiene que ir a la basura, a menos que con una aguja y toda la paciencia del mundo tratemos de hacer fluir el pegamento. Dejo para el final el frasco de cola de carpintero, adhesivo de empapelar o similares. Son esos productos que pegan de todo menos plástico. A excepción del plástico de la tapa del envase; ese sí que se pega fantástico al pote. Y queda firme como rulo de estatua, tanto que más de una vez es imposible abrir y usar el pegamento.

Todos estos son sin duda, objetos diseñados por el enemigo, al solo efecto de complicarnos la vida. ¿Tienen otros?