sábado, 8 de mayo de 2010

Celestina viperina


Hace un tiempito, un divorciado conocido me pidió que le presentara a una amiga, ya que andaba buscando compañera con derecho a roce. Hoy está lleno de conocidas sin pareja que estaría bueno poder "colocar", así que acepté enseguida. “Yo te voy a hacer de Celestina”, le prometí. Y después de haber analizado el caso en profundidad, sopesar sesudamente defectos, virtudes, similitudes, aptitudes, latitudes y altitudes, arreglamos una salida en grupo. La cosa anduvo aceitada por un tiempito, y luego sobrevino la ruptura, el desencanto, y todo ese rollo de las separaciones.

El personaje de La Celestina es el estereotipo del que te consigue pareja, pero, ¿se acuerdan bien de esa historia que nos hicieron leer en el secundario? La portada del libro tenía un grabado de la protagonista, una vieja bastante fulera vestida de negro, y el texto era complicado y aburrido. Sin embargo, tal como está hoy en la Wikipedia, parece mucho más jugoso y lleno de condimentos interesantes. Pero de todo eso no se hablaba en aquella época, primero porque éramos chicos, segundo porque mi colegio no era para nada progre, y tercero, porque estábamos en pleno proceso militar y controlaban mucho los contenidos pedagógicos.

La historia se situaba en la época de los Reyes Católicos, por allá por el siglo XV, y contaba las desventuras del joven Calixto. Como pasa siempre, el pobre se había enamorado de la bella Melibea, que por supuesto no le daba ni la hora. (Es evidente que los argumentos son siempre los mismos, ya sea en el Medioevo o en la quinta temporada de Casi Ángeles). Como sea, alguien aconsejó al joven despechado que buscara ayuda en lo de la Celestina.

¿Quién y cómo era esta famosa Celestina? Hoy lo tomamos como sinónimo de una buena viejecita casamentera. ¡Error! Era una bruja de lo peor. Había sido prostituta en sus años mozos y ya de vieja se hacía pasar por vendedora de cremas, hierbas y adornos diversos para entrar en las casas, una especie de agente de Mary Kay de nuestros días. Ese era su modus operandi para fisgonear, hacer gancho o concertar citas de amantes. Como changuita extra, también regenteaba un prostíbulo con varias pupilas. La cosa es que luego de un hechizo y un conjuro a Platón, se chamuyó a Melibea y logró que se enamorara de Calixto, el joven despechado.

Historias aparte, ¿cuántas veces quisiéramos ponernos en el papel de “Celestinas” para hacerle el favor a nuestra prima separada con el cuñado viudo de una de tus amigas? Pero la cosa no es tan fácil, ya que no se trata solamente de arreglar una salida en grupo y de paso, presentar a los sueltos. Muchas veces intentamos hacer un estudio previo de la psicología de cada personaje, una suerte de Test Match casero para ver si son compatibles, y si de esa unión podrá surgir algo medianamente aceptable o duradero.

En ese trucho test que hacemos los que no entendemos un pepino de esas cosas, deducimos que si ella es una maniática del orden y él tiene el auto lleno cosas como si fuera un viajante de comercio, la cosa no va. Si él tiene fobia a los chicos y ella tiene como para formar su propio equipo de fútbol, tampoco. Si él es un intelectual que vive con el librito bajo el brazo, y ella sólo lee el prospecto de la crema antiage, no pinta bien.

Nos disfrazamos de especialistas truchos para tratar de entender la psiquis de el o de ella para pronosticar si se van a gustar. Si el es un pirado de aquellos, tal vez ella con su master de neuropsiquiatría logre contenerlo. O si el es un autoritario insoportable, tal vez se lleve bien con ella, que es sexto dan de Tae Kwon Do. Ella es una chica verde que ama las planta, y él también está verde, aunque de tanta biblioteca y sólo ver la luz del sol en una foto del monitor. Algunas parejas no se aguantan cuando están juntos, pero cuando están lejos uno del otro se extrañan. Es que no tienen con quien pelear y eso les provoca un vacío insoportable.

Y ya que congeniar es tan difícil, alguna vez me sentí culpable de haber sido Celestina. Y me pregunto si hice bien. El periodo que duró la relación inducida, ¿los hizo felices? ¿O hubiera sido mejor decirle a aquél divorciado “no conozco a nadie para presentarte”?

Definitivamente, no es bueno que el hombre este solo, tampoco la mujer. Y doy fe de que mientras duró, los vi bien, contentos y risueños. Por eso cuando me pidan, yo hago de nuevo de Celestina en versión Disney, sin burdeles ni conjuros. Y que después se arreglen entre ellos, que ya somos gente grande. ¡Platón o Cupido seguro los van a ayudar!