lunes, 27 de julio de 2009

Niguiris y gomitas para el pelo


La semana pasada estuve en el barrio chino de Belgrano, en la calle Arribeños. Fui en busca de algunos ingredientes para cocinar, con la idea de que ahì era màs fresco, màs variado y màs barato.

Lo de màs barato, creo que a esta altura es una leyenda urbana. Muchas veces uno tiene la ilusiòn de que porque son chinos, todo lo que venden es casi regalado, y hasta aventuramos imaginar que como no entienden... no saben. ¡Craso error!, dirìa Mariano Grondona. ¡Mingaaaaaaa!, dirìa Lita de Làzari. Son màs vivos que vos y yo juntos, y cada vez que la cosa se les pone castaño oscuro te miran desconfiados (que mucho no les cuesta por la forma de sus ojos naturalmente rasgados). Y ahì nomás te dicen: "Nontendo", que en porteño significa no entiendo. Pero cuando la cosa es al revès, y existe una mìnima posibilidad de que quede un centavo a tu favor, ahì pasan a ser eminencias del sistema cambiario mundial, unos sabelotodos de la numismática. Así son estas dos caras de una misma moneda, china y ¿por què no? con agujerito en el medio, de esas que se usan en el Feng-shui.

Asi fue que en mi tour de compras conseguì todo lo que necesitaba, y tengo que reconocer que habìa buen surtido y calidad. Traje todo lo de la lista: algas, ajinomoto, sèsamo blanco y negro, wasabi, salsa de soja, salmòn, harina integral superfina. ¡Y tambièn un abanico, gomitas y hebillas para el pelo, una linterna a dínamo y tres docenas de sahumerios!

Se preguntaràn ustedes què clase de receta combina pescado con gomitas para el pelo. Ninguna, claro està. Pero se apoderò de mì esa manía de entrar en esos negocios que venden chucherìas baratas, y llenè el canastito de artìculos que no necesitaba. ¿Quièn puede reconocer que nunca lo hizo?

Algo por el estilo pasa con las promociones de los mièrcoles en los shoppings. Esos dìas aprovechamos para comprar los regalos de cumpleaños de las amigas, asì podemos elegir algo mejor por un precio màs conveniente. Un ahorro con mejoras. Hasta acà, todo bien. El problema empieza cuando, ya que estamos, nos compramos algo para nosotras. Al diablo con el ahorro y el 15% de descuento.

Otra calamidad son las liquidaciones. Como con el abanico y la linterna, más de una vez volvì a casa con un sweater que ni siquiera me convencìa del todo. ¡Pero estaba tan barato que me daba làstima no aprovechar! Y ahì se quedò, durmiendo para siempre en el estante.

Pese a todo esto, hasta tengo un argumento justifica nuestra conducta. En la prehistoria, mientras el hombre se iba a cazar animales para comer, la mujer se quedaba en la cueva con los hijos y de paso juntaba frutos y semillas. Cada mièrcoles en el shopping, nosotras obedecemos nuestros instintos más ancestrales. Sencillamente, ¡estamos recolectando! Sin lugar a dudas, es una cuestiòn de supervivencia.

domingo, 19 de julio de 2009

Las peripecias de la mesa cuadrada


Hoy mis hijos ya están festejando el día del amigo. Parece que ahora se hace en la víspera, para empezar esa fecha todos juntos, ¡pero la noche del día D se vuelven a juntar! Festejos por todos lados, y es entendible, ya que para ellos los amigos son más importantes que el aire.

Para entender tanto desborde, sólo hay que tener buena memoria y volver a aquellos tiempos en que nuestra madre sólo sabía de cocina, fósiles y tiranosaurios. Hoy los tiranosaurios somos nosotras, que tenemos que hacernos invisibles cuando nuestros hijos están con sus amigos, y curtir perfil bajo cuando osamos aparecer ante ellos…Pero no los critico, y me consuela pensar que ya les tocará mañana, cuando tengan sus propios hijos. ¿Cómo era, la venganza es un plato que se come frío? Ya van a tener su antipasto, ensalada o cualquiera sea lo que elijan del buffet froid que les va a llegar tarde o temprano.

Mañana yo también voy a comer con mis amigas, y ya me estoy imaginando esa reunión de mujeres. En primer lugar, siempre es bueno tratar de conseguir una mesa redonda, de las que en general no abundan. Si no la hay, la mesa alargada es un problema, sobre todo si las comensales rondan la docena. Entonces, suele haber situaciones como las que siguen:

A B C D E
(-------- esta es la mesa de amigas
F G H I J

* (A) habla con (G) sobre un tema en particular

* Al mismo tiempo, (B) habla con (F) de otro asunto. Todo esto al unísono, de modo tal que TODAS tienen el zumbido de la conversación de al lado que versa sobre otra cosa. Y para peor, se mezclan un poco las palabras

* Sucede que en algún momento, la conversación entre (A) y (G) se gasta y no da para más, pero por algún motivo se siguen redondeando los mismos conceptos. De pronto (A) escucha que las de la otra punta de la mesa (D, E, I, J) se ríen muchísimo, entonces trata de captar algo de lo que pasa, mientras deja una expresión de “te estoy escuchando” para que (G) no se ofenda y la mande a planchar mondongo. Es como dejar la cara pero irse con la mente y las orejas al lugar de la mesa donde pinta más divertido.

* Las de la punta siguen cacareando y se ríen mucho. Tanto que (B), que estaba enfrascada en su charla, quiere saber de qué se trata y pregunta tomando lo último que logro escuchar ¿Qué pasa con tu suegra? Y ahí le tienen que contar tooooda la historia de nuevo para que entienda lo que pasa con la suegra, o le dicen llanamente “puf, ya contamos todo, después te explicamos”.

Y así sigue la cosa, pero siempre la reunión de amigas es super divertida, aunque no se pueda hablar con todas. En general, hay que agarrarse a las de cerquita ya que ese imposible estar en todos los temas. A veces, hasta parece que la charla es más divertida en la otra punta de la mesa, como cuando en un restaurante el plato que le llevan a otro es más tentador que el que pedimos nosotros. Gataflorismo, así se llama.

De vuelta a casa, sentimos que no cruzamos una sola palabra con I, ni con E, ni con J, ni con D. Pero como las queremos, sigue siendo una fiesta cada vez que salimos todas juntas a celebrar. ¡Feliz dìa a todas mis amigas!

viernes, 10 de julio de 2009

No te puedo ni ver


La semana pasada estuve leyendo el nuevo blog de un amigo que vive lejos, y sus palabras me hicieron llorar. Pero no de emociòn; ¡el muy desgraciado eligiò un diseño de fondo negro con letras blancas! Tratar de descrifrar esas letritas entre tanta oscuridad - sumado al brillo del monitor - me dejò con dolor de cabeza, los ojos brillosos y hasta un leve mareo.

Algo asì me pasò en la peluquerìa, con una revista con ese tètrico diseño de blanco sobre azul noche. Pero ¿què les pasa, diseñadores gráficos? Esas combinaciones son un atentado a la salud de la córnea y el cristalino. Y al amor propio.

Otra misión imposible es la de reconocer los frascos de shampoo y crema enjuague en la ducha. Entre el vapor y las letras diminutas, es difícil diferenciarlos, a menos que una ya haya aprendido cuál es el de tapa blanca y cuál el de tapa azul. Para peor, no podemos bañarnos con lentes, y si lo intentàramos, el vapor harìa que los cristales se empañaran al toque, imposibilitando todo intento de lectura. Entonces, no queda otra que tomar el frasco con desconfianza, mirando en què parte de la etiqueta dice de què producto se trata. Después sólo resta focalizar si la palabra es corta o larga. Así sabremos fácilmente cuál es cuál. Problema solucionado, si es que no nos confundimos, en medio de la niebla, con Industria Argentina o Contenido neto.

De chica me causaba gracia ver a mi abuela tratando de enhebrar la aguja. Le pasaba con el hilo un par de centímetros por encima o por debajo. Cuando se pudrìa y me pedìa ayuda, yo lo hacía en dos segundos. Hoy si no tengo los anteojos a mano, estoy diez minutos jugando a ver si puedo. Y si no andan mis hijos por ahì, tal vez me quede sin coser. Tratè de enseñarle a mi perro, pero me resultò medio animal con estas cosas de la costura. Por eso es que la mayorìa de las veces, coso los botones con la aguja de la lana y chau. Son puntadas de diseño, di-seño-ra que no ve un corno.

Mi otra abuela, que era re coqueta, no salía sin maquillarse. En los últimos tiempos, cuando no veìa bien y el pulso le temblaba un poco, sus ojos parecìan un electrocardiograma, donde el delineador subìa y bajaba sobre el pàrpado en lugar de ser una fina lìnea bordeando las pestañas. Hoy la entiendo tanto...

Por suerte, se inventaron los lentes que permiten levantar uno de los cristales para maquillarse, como esos horribles corpiños para amamantar en los que sacàs una tapita. Y tambièn tenemos los espejos con doble aumento, en los cuales te ves perfecto el ojo. Y las arrugas, las lìneas de expresiòn y los puntitos negros, magnificando las impurezas de la piel como si fuera la superficie de la luna. Son asquerosamente reveladores, aunque ùtiles.

Dicen que los años traen experiencia. Y es verdad: ahora aprendì lo que es dioptrìa, colirio, astigmatismo y miopìa. Y sì, hay que resignarse a usar los lentes màs de una vez. Lo que tienen de bueno, es que las cosas lindas, las vemos más grandes. Eso sì que es genial, ¿o no?

viernes, 3 de julio de 2009

Máscaras de ensalada



En cada cambio de estación las revistas empiezan con los tratamientos shock para revitalizar la piel y prepararla para la nieve/las flores/el sol/la caìda de las hojas de los àrboles, segùn corresponda.

Vimos muchas veces fotos de una preciosa modelo, con un turbante de toalla blanquìsima y esponjosa. Sobre los pàrpados, dos rodajas de pepino, tomate, frutilla o rabanito. ¿Quien no se ha tentado alguna vez, pensando que con sòlo llenarse la cara de vegetales íba a quedar así de linda?

Tal vez con la firme convicción “yo quiero quedar como ella”, hasta hemos preparado concienzudamente las rodajas de pepino para aplicar sobre los ojos cansados, con la ilusiòn de que las vitaminas y los flavonoides nos devuelvan la lozanìa perdida con los años, el stress o el trajinar de la semana.

Así, nos preparamos en un cuarto en semipenumbra, con mùsica New age, ruiditos de agua que corre, pàjaros y viento. En la mano, un bowl con las rodajas frìas de tomate. En la cabeza, el turbante hecho con una toalla verde o rosa. Las blancas y esponjosas son para los hoteles, las peluquerìas y los Spa. En las casas siempre son de colores pastel, a menos que una haya comprado todo net, en medio de un ataque minimalista.

Estamos entonces con los pepinos o los tomates en la punta de los dedos, tanteando a ciegas para embocarlos en los pàrpados cerrados. Menuda tarea: la rodaja es plana, el ojo es convexo y ofrece una pequeña superficie de apoyo. Resultado: el pepino queda bailando sobre el pàrpado, y no puede regalarnos sus propiedades mágicas. Con paciencia, y siempre a ciegas, vamos modelando el vegetal hasta que se amolda a las redondeces de nuestro globo ocular.

¡Horror! Con la presiòn el pepino empieza a largar su juguito que nos cae por el borde del ojo, las orejas, el cuello y finalmente la almohada. Es que nos olvidamos de colocar una toalla para proteger la cama, ¿quién toma tantas precauciones?

Nuevamaente hay que sacarse a tientas las rodajas, ahora babosas y tibias, meterlas en el bowl, limpiarnos el juguito, tirar todo al diablo y darnos una ducha para ir a la farmacia a comprar una buena crema hidratante y dejarnos de pavadas. Pepinos, tomates, frutillas, ¡a la ensalada, de donde nunca debian haber salido!