domingo, 28 de junio de 2009

Lugares comunes


Uno de los temas recurrentes en los talleres literarios es escribir claro y sencillo, sin hacerse el Cervantes. Un desborde de vocabulario no es para cualquiera, y puede terminar en una maraña barroca imposible de leer. Otro vicio con el que te machacan para que evites es el de los lugares comunes, como "las làgrimas que rodaban como perlas por sus mejillas" (¡puaj!).

Esta semana se me fue la mano: de tanto hacer los deberes, y por no caer en lugares comunes, me olvidè de mencionar lo ineludible: el dìa del padre, y la muerte de Fernando Peña, que me encantaba. Así fue que no escribì nada sobre ellos, pero va aquì mi recuerdo, a cada cual en su categorìa y en la magnitud que ellos saben.

A otra cosa. Uno de los lugares comunes que más me fastidian es el de esos viajeros que cuentan: "hicimos Florencia, Venecia y Siena, y despuès hicimos Atenas y Estambul". ¿Què te pasa, Clarín? Uno no hace Siena como si se tratara de una torta, ¡ya està hecha y desde hace varios años!

No termino de entender què ciudades califican para ser hechas. Por ejemplo, nunca escuchè que alguien dijera "hice Mar del Plata, Miramar y Sierra de los Padres". ¿Será que el itinerario tiene que empezar en Ezeiza? Es un misterio.

Ahora las dejo, chicas, me voy a hacer una torre, pero no de Pisa sino de panqueques. ¡Buenas noches!

viernes, 19 de junio de 2009

Tres no es multitud


Hoy tuve dos invitaciones para ir al cine: una de mi novio y otra de una amiga. Como no me gusta contrariar, les dije a los dos que sì.

Al rato, como soy una ridìcula rollera me puse a pensar què le parecerìa a mi amiga venir con nosotros. E hice un flash back de mi vida, unos seis o siete años atrás. Mis diàlogos internos eran: ¿pero què tengo que hacer yo con ellos, que son una pareja y yo voy ahì de miércoles, siempre en el medio? ¿Será que me invitan porque les da làstima que estè sola? ¿Y què hago al momento de pagar? Nunca me dejan pagar mi parte y a mì me da vergüenza, parece que ademàs de sacar a la solterona tienen que hacerse cargo de sus gastos..."

Estas y varias otras ridiculeces eran las que me ponìa a pensar cada vez que alguna pareja de amigos me invitaba a salir con ellos. Un horror. Un día, acuciada por mis meditaciones le preguntè a una de las samaritanas que me sacaban a pasear, còmo se sentìa de salir con mochila (yo era la mochila). Pacientemente, ella me explicó que despuès de algunos años, dècadas, semestres, lo que sea, de tener una pareja estable, es divertido incorporar a otras personas a las salidas. Que era algo asì como refrescante.

¿Saben algo? Creo que ella tenìa razón. Y no porque la salida de a dos sea aburrida (dentro de diez años les cuento, por ahora no lo son), sino porque aporta algo distinto, otro punto de vista, experiencias, etc. Digamos que la ida al cine, de la que hubo y habrà montones, al ser de a tres tiene otra dinàmica y està re bueno.

Espero que mi amiga no sea tan absurda como yo, y que no empiece con las cavilaciones. Ojalà que sea màs simple, y que venga con nosotros al cine, que lo vamos a pasar re bien. Y que no me diga que no va a poder venir porque tiene que comprarle la comida al loro (cuando las dos sabemos muy bien que NO TIENE LORO).

Buen finde para todos. Despuès les cuento.

lunes, 15 de junio de 2009

Indicios inequìvocos


Todo empezó cuando decidimos ir al centro en busca de un programa distinto, porque queríamos ver algo de jazz, tango o algo por el estilo. Después de buscar en la web, encontramos una banda llamada Blues Motel, en La Trastienda de la calle Balcarce. Sacamos las entradas por Ticketek y allà nos fuimos, a esperar que se hicieran las 12 de la noche. Ya sé que era un poco tarde, pero el combo bohemia/sábado/San Telmo merecìan ese sacrificio, ¡que le vamos a hacer! Mientras tanto, fuimos a cenar y sobre la hora llegamos al lugar. En la vereda y en el hall, había chicos de entre 18 y 25 años, con rastas, atuendos dark, peinados raros y piercings. Confieso que mirè la cartelera por las dudas: Blues. "Què raro que no haya gente de nuestra edad", decíamos. Mi novio y yo somos de mente abierta pero poco tenemos de progres-transgresores, y empezamos a sentir que algo estaba fuera de lugar. Nosotros.
Finalmente entramos a la sala y vimos que la cosa era de parado. Cuando empezò el show, cinco muchachos disfrazados de modernos arremetieron con un rock estridente onda Callejeros. No puedo decir que no nos gustò, la mùsica era pegadiza y alegre, y a la tercer canciòn decidimos ir al Cafè Tortoni, para codearnos con nuestros contemporàneos.
Moraleja: hay que prestarle atenciòn a los indicios. Por ejemplo, si un show es en San Telmo y empieza a medianoche, por màs que se llame Tributo a Matusalèn...¡seguro que no es para nosotros! Despuès que no vengan con eso de no-te-avisè...

viernes, 5 de junio de 2009

la madre de Frankenstein


Hola chicas. Finalmente...me engripè. No creo que sea porcina, sólo una gripe común pero suficiente como para sentirme cansada, con fiebre y dolor de huesos, uñas, pelo, piel etc. Los chicos, en casa de vacaciones forzadas.
Antes de seguir, quiero hacer una aclaración: las que me conocen saben que yo a mis hijos los adoro, pero tengo que confesar que son tres monstruos. ¿Cómo puede ser que la vean a una despeinada, en pijama a las 4 de la tarde, con los cachetes colorados por la fiebre, ojerosa y cansada y pregunten "Mááá, qué pasa con la comida" como si nada? Lo malo, malìsimo, es que ni se les cruza por la cabeza pensar en que mamà se siente mal o no tiene todas las pilas como para hacerles ravioles caseros justo en ese dìa.
Ni que hablar de ofrecerte un tecito, o en un rapto de locura filial...lavar los platos del almuerzo. Ahì yace el cementerio de fuentes, tazas, vasos y jarras esperando que la fiebre nos afloje para calzarnos los Pirelli y empezar a lavar con energìa.
Sé que no soy la ùnica; siempre recuerdo las quejas de una amiga que habìa pasado por el quiròfano (involuntariamente) y esperaba que los hijos le alcanzaran un tè a la cama. A ella le encanta poner la taza inglesa con su plato y hasta el mantelito de broderie debajo, la cuchara de plata y la sacarina en una cajita primorosa. Bueno... sin esperar tanto, le llevaban el mug màs horroroso de la cocina, cachado y viejo, sin platito, sin cuchara, sin azùcar, ¡sin amor!
Por eso es que me siento la mamà de Frankenstein, el Hombre Lobo y la Bruja de Hansel y Gretel. ¿Què tipo de monstruos hemos creado, que no son capaces de reparar en nosotras cuando estamos mal?
Recuerdo que a mi mamà, cuando la veìa enferma, le llevaba el desayuno a la cama, le lavaba los platos para tratar de ayudar y esas cosas. Pero hoy...estàn todos muy ocupados mirando sus ombligos y exigiendo màs y màs a cambio de nada. Digo yo... ¿cómo llegamos a parecernos tanto a Neurus? ¿Qué fue lo que hicimos mal? ¿A ustedes tembién les pasa?